19 en el Aleph de Borges

"Una copita del seudo coñac - ordenó - y te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!

Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.

¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Cada cosa era infinitas cosas, porque yo claramente las veía desde todos los puntos del universo"


Artículo 19
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

* Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.



Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos.

Biblia, Libro 19 (Salmos), 19:1

martes, 15 de abril de 2008

Viaje a los sueños polares.

- Arranca, pilla carretera sin pensar por un momento donde acabaremos.

Decir esta frase abre un mundo pre-onírico con tantas posibilidades que acaban reduciéndose a una sola: Libertad.

La libertad implica un riesgo, sí, pero es algo que hasta se agradece.

¿dónde hay que firmar?

De repente, no hay nada en qué pensar. Simplemente, no existe nadie, ni la hipotética idea de que alguna vez hubiese un antes y un después. Elegir un destino al azar, a base de "ahora izquierda, ahora derecha, ahora gira" constituía una coreografía explícita, casi estipulada en las leyes de orbitación de los planetas, ligada a la huída ineherente al caos.

Ahora izquierda, ahora derecha....

Prosopopeya del asfalto.

Ingeniosamente, a cada curva sorteábamos cada ínfima presión que ocupase nuestras vidas. Descubrimos desde naves industriales abandonadas hasta parajes desérticos dignos de un fiordo. Acabamos en un paraje abandonado, lleno de vegetación salvaje. Las dos sabíamos que era ahí donde habíamos querido ir desde un principio sin saberlo.

Las leyes de la orbitación.

Ahí estaba nuestro mundo, todo lo que necesitábamos: Agua, huecos en el camino, escondites, clima propicio y un libro.

Yo me puse a leer en voz alta. No sé exactamente cuánto tiempo pasó.

Porque ya no existe el tiempo.

Pero calculo que hace unas cuantas lunas, decidí dar la mano a una persona sin pensar demasiado donde podría acabar. Ni siquiera si podría salirnos demasiado caro. Sí, algo caro sí que salió, pero la recompensa...

La recompensa es perderse en la mirada que tiene residencia fija en los ojos de la chica de Belfast y decirle:

- Eres tú.

Decir esta frase abre un mundo pre-onírico con tantas posibilidades que acaban reduciéndose a una sola: Libertad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

... ñeñeñe, ains.

Oye, y que fue de la ballena encayada??... q maldad la tuya no mencionarla ni por un momento.

T quiero cosita *_*

chá dijo...

es que merece un post aparte.. esa ballena.. zolaaaa... además necesito documentación gráfica...

Por cierto, ¿has mirado en el fotolog de mi prima??

Te quiero ¬¬