19 en el Aleph de Borges

"Una copita del seudo coñac - ordenó - y te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!

Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.

¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Cada cosa era infinitas cosas, porque yo claramente las veía desde todos los puntos del universo"


Artículo 19
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

* Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.



Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos.

Biblia, Libro 19 (Salmos), 19:1

lunes, 9 de marzo de 2009

«¿A quién?» o
el juego más asqueroso del mundo

Todo el que se precie de haber tenido infancia sabe que los juegos pueden ser muy divertidos.
Todo el que se precie de haber tenido adolescencia sabe que pueden ser muy combativos.
Todo el que se precie de conservar lo conservable de estas edades sabe que cuanto
más directos y más impliquen, más instantánea es la diversión.
Así que os enseño un juego que os mola seguro, se llama...

«¿A quién?»
Tienes que elegir a uno de los dos que yo te diga para follártelo. Siempre tienes que quedarte con uno, porque si no pierdes. De hecho es la única forma de perder. No se pueden repetir parejas, pero sí individuos. Para muestra, un botón:
- ¿A quién, a Aznar o a la Botella?
- A la Botella, que me entra mejor y me deja vacío en vez de pelos del bigote.
- ¿A quién, a Aznar o a Fraga?

y así...

Este juego mejora en estados de enajenación mental transitoria, natural o artificial, oiga.

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