martes, 18 de noviembre de 2008
Smoke II (Día 8)
He llegado con las manos de porcelana, apenas podía asir el pomo de la puerta. Imaginarme como un muñeco, como una Mariquita Pérez con las manos de loza, ha hecho que agache las orejas y me comporte como un perro apaleado todo el día. De un muñeco a un pelele ¿Qué distancia hay?. Cuesta abajo y con cocodrilos en el foso esperando para saciarse con mi piel dinastía Ming.
He llegado congelado después de una huelga de autobuses, una vieja contándome que llegaba tarde al hospital y que iban a operar a su hija, joder señora pues cójase un taxi, subvocalizaba detrás de mi sonrisa apagada y confortable. Un puñetero muñeco. Sin corazón, sin movimiento, sin ganas de volver a ser humano.
He llegado y me he desplomado en la silla ergonómica. El frío ha tardado en irse. Ni siquiera he mirado el cristal, hoy no existía nada más allá de mi pecho ardiendo, de mi mandíbula apretada, de mi cuello sosteniendo a duras penas la cabeza ansiosa de guillotina.
A última hora C. me dijo: — Víctor ha venido un tío preguntando por ti, ha dejado el currículum, aquí lo tienes.
Joder, él, su foto, ese pelo entrecano inconfundible, su teléfono, una parcela de su vida resumida en unos pocos caracteres Times, por qué tienes que usar esa tipografía tan común. Mis ojos se detienen en algo que está escrito a lápiz en la esquina inferior izquierda: “Llámame, por favor, lo necesito”.
¡Precisamente hoy que he decidido desaparecer del mundo! Parece que lo ha hecho adrede. Esas palabras a lápiz me dislocan, me hacen salirme de la realidad, me hacen fantasear sobre la verdadera razón de su necesidad.
El día acaba con intriga. Mi mente se dispara. Mañana intentaré no mirar el cristal para ver si así vuelven a pasar cosas inesperadas.
De momento no le llamaré.
He llegado congelado después de una huelga de autobuses, una vieja contándome que llegaba tarde al hospital y que iban a operar a su hija, joder señora pues cójase un taxi, subvocalizaba detrás de mi sonrisa apagada y confortable. Un puñetero muñeco. Sin corazón, sin movimiento, sin ganas de volver a ser humano.
He llegado y me he desplomado en la silla ergonómica. El frío ha tardado en irse. Ni siquiera he mirado el cristal, hoy no existía nada más allá de mi pecho ardiendo, de mi mandíbula apretada, de mi cuello sosteniendo a duras penas la cabeza ansiosa de guillotina.
A última hora C. me dijo: — Víctor ha venido un tío preguntando por ti, ha dejado el currículum, aquí lo tienes.
Joder, él, su foto, ese pelo entrecano inconfundible, su teléfono, una parcela de su vida resumida en unos pocos caracteres Times, por qué tienes que usar esa tipografía tan común. Mis ojos se detienen en algo que está escrito a lápiz en la esquina inferior izquierda: “Llámame, por favor, lo necesito”.
¡Precisamente hoy que he decidido desaparecer del mundo! Parece que lo ha hecho adrede. Esas palabras a lápiz me dislocan, me hacen salirme de la realidad, me hacen fantasear sobre la verdadera razón de su necesidad.
El día acaba con intriga. Mi mente se dispara. Mañana intentaré no mirar el cristal para ver si así vuelven a pasar cosas inesperadas.
De momento no le llamaré.
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2 comentarios:
Llama!
llámale pobre hombre, entérate de si era una vacilonia o si lo necesita de verdad, joee, piensa que podrías ser tú... (ahora, no le contrates por pena, sólo si vale para el puesto)
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