19 en el Aleph de Borges

"Una copita del seudo coñac - ordenó - y te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!

Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.

¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Cada cosa era infinitas cosas, porque yo claramente las veía desde todos los puntos del universo"


Artículo 19
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

* Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.



Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos.

Biblia, Libro 19 (Salmos), 19:1

martes, 18 de noviembre de 2008

Smoke II (Día 8)

He llegado con las manos de porcelana, apenas podía asir el pomo de la puerta. Imaginarme como un muñeco, como una Mariquita Pérez con las manos de loza, ha hecho que agache las orejas y me comporte como un perro apaleado todo el día. De un muñeco a un pelele ¿Qué distancia hay?. Cuesta abajo y con cocodrilos en el foso esperando para saciarse con mi piel dinastía Ming.

He llegado congelado después de una huelga de autobuses, una vieja contándome que llegaba tarde al hospital y que iban a operar a su hija, joder señora pues cójase un taxi, subvocalizaba detrás de mi sonrisa apagada y confortable. Un puñetero muñeco. Sin corazón, sin movimiento, sin ganas de volver a ser humano.


He llegado y me he desplomado en la silla ergonómica. El frío ha tardado en irse. Ni siquiera he mirado el cristal, hoy no existía nada más allá de mi pecho ardiendo, de mi mandíbula apretada, de mi cuello sosteniendo a duras penas la cabeza ansiosa de guillotina.

A última hora C. me dijo: — Víctor ha venido un tío preguntando por ti, ha dejado el currículum, aquí lo tienes.

Joder, él, su foto, ese pelo entrecano inconfundible, su teléfono, una parcela de su vida resumida en unos pocos caracteres Times, por qué tienes que usar esa tipografía tan común. Mis ojos se detienen en algo que está escrito a lápiz en la esquina inferior izquierda: “Llámame, por favor, lo necesito”.

¡Precisamente hoy que he decidido desaparecer del mundo! Parece que lo ha hecho adrede. Esas palabras a lápiz me dislocan, me hacen salirme de la realidad, me hacen fantasear sobre la verdadera razón de su necesidad.

El día acaba con intriga. Mi mente se dispara. Mañana intentaré no mirar el cristal para ver si así vuelven a pasar cosas inesperadas.

De momento no le llamaré.

2 comentarios:

elfa dijo...

Llama!

yosoyjoss dijo...

llámale pobre hombre, entérate de si era una vacilonia o si lo necesita de verdad, joee, piensa que podrías ser tú... (ahora, no le contrates por pena, sólo si vale para el puesto)