Le doy al play y todo comienza con un sonido que a mí me
recuerda al camarote de un barco antiguo, y eso que nunca he estado en ninguno.
Si sé algo de camarotes es debido a las películas de Hollywood. Las cuerdas de
los violines están tensas pero estamos soltando amarras. La tensión da paso a
una verdadera debacle... cinematográfica.
Esternón, el disco de debut de Lukas Valmö es, ante todo, un
verdadero ente capaz de crear imágenes y emociones. Porque conozco al autor lo
suficiente, sé cuantísima sinceridad hay en cada corte del álbum y la
profundidad de cuanto ha dejado ahí. Por eso, y porque me siento identificado, Pa'
Siempre logra romperme en trozos cada maldita vez que la escucho. Solo
llevamos unos pocos minutos del disco y el alma ya está a flor de piel. Puede
que esta intensidad nos pase factura. Puede que ir tan de cara y tan adentro
solo sea cosa de valientes.
Porque todo esto es una tragedia. Una tragedia griega.
Últimamente pienso mucho en ellas. Algunos podemos llegar a ser muy dramáticos.
Puede que lo llevemos en la sangre, esta sangre mediterránea y atlante.
La sangre, la piel, los tendones y los cartílagos de nuestro
Esternón. Por debajo de todo eso, lo que solo la música puede expresar. Vacío.
Vacío pero el ritmo es el latido de un corazón. La ambición de Lukas es
aquí inmensa, quiere crear al homúnculo (pop) perfecto, el ser que nace de la
nada, una vida nueva que necesita un espacio vacío, un soplo de vida y una
chispa.
Para el corte cuatro, la chispa ya es una llama. Viene la
ira y el incendio. Las ganas de triturar cosas. El proceso sigue su lógica
orgánica. Estos días vengo leyendo sobre la idea de Joseph Campbell del viaje
del héroe, también denominado monomito. Esternón es ese viaje en el que
Lukas entiende su destino trágico y se adentra en él con coraje y valentía,
sabiendo que la tragedia solo tiene un final posible, asume así la capacidad transformadora
de la muerte simbólica:
mi esperanza es renacer
como Fénix tengo que arder
Así que el Esternón arde en catarsis y con ello damos
pie al primer intermezzo, en el que las cuerdas esta vez confeccionan un nuevo
vestido para Lukas. Algo anidaba en su esternón que simultáneamente a la
autodestrucción tejía para él un capullo o una crisálida. En el viaje del
héroe, una situación, en este caso la ruptura de la pareja, fuerza al
protagonista, que finalmente acepta abandonar “su tierra” para adentrarse a “otro
lugar” que sabe le está transformando. La metamorfosis es la causa, el medio y
el objetivo.
Y sí, curiosamente para el corte 6, Lukas ya tiene alas. La
segunda parte de Esternón no da más tregua a la pena o la desgracia. En
la comedia de la tragedia, el dolor es solo humor malentendido. Porque toda
tragedia es una comedia si cuando baja el telón nadie ha muerto en realidad y
reímos al descubrir todas las posibilidades nuevas que la vida nos brinda. Así
es como la muerte simbólica nos da alas.
En Nebulosa, Lukas ha volado tan alto y tan lejos que
recorre galaxias y aquí hay una lección muy poderosa y muy valiente, cuando se
acepta la incertidumbre, las dudas paradójicamente cesan dando paso a la
confianza ciega en el futuro, aún conociendo el destino humano mejor que al
principio. Hay que reunir mucho valor para abrir tanto el corazón y aceptar
todas esas verdades profundas que hay dentro de un esternón.
Me encanta el detalle del sonido de la mosca a continuación.
Es una metáfora deliciosa, pasar de lo inmenso, galáctico y reconocerse como
ser alado, en la pequeñez e insignificancia de la mosca. Es en este corte, Revelación,
donde aflora fabulosamente de nuevo la honestidad de Lukas como compositor.
Nuestro héroe aquí es donde consigue la espada, el ungüento, la clave decisiva
que le permite matar al dragón. Su espada es la humildad, el dolor lo dejó
desnudo e indefenso pero libre sin embargo. Entonces voló y en su periplo se
encontró consigo mismo y con algo igual de importante. Con el Otro. Notemos la
evolución: mientras al principio del disco Lukas, destruido, había caído en el
victimismo egocéntrico, para Revelación ya es capaz de hacer
autocrítica, es responsable. Ha salido del camarote y finalmente ha tomado el
timón.
Para el Intermezzo segundo el héroe ha regresado a su tierra
cargado de riquezas y experiencias que desea compartir con su gente.
En el 2011, justo durante el tiempo en que este blog entrara
en coma, Lukas y yo nos veíamos más a menudo. En esa época el 15M
"estalló" y yo traté de formar parte de él desde el amor pero también
desde el odio o más bien desde la rabia. Por entonces Lukas era parte de
Valmön, una banda que formó con sus hermanos y que me encantaría que volviera,
la verdad. Como yo estaba en mi etapa activista, a veces recriminaba a Valmön
que sus canciones fueran tan pop y que no hubiera política o reivindicación
cuando había tanto por lo que protestar. Irónicamente, 12 años después, Lukas,
desde la madurez y el conocimiento saca Quiero un mundo de color y yo,
movido por el miedo, le recrimino haber sido excesivamente político en esta
canción siendo un artista. E irónicamente escribo esto cuando toda la ralea
fascista ha salido a la calle tras un concienzudo trabajo de algunos por
sacudir el avispero, y ante mi estupor contemplo una especie de reverso oscuro
abyecto y ridículo del 15M de hace 12 años, la misma conducta llevada a cabo
desde el amor y la rabia con intereses totalmente opuestos y ajenos a la razón.
Quizás hemos permanecido demasiado tiempo callados en nuestro camarote.
Los últimos cortes de Esternón se sienten como que
han estado a base de una cocción más lenta y meditada. Lukas es una persona que
ha madurado y ha templado su espíritu con destreza y algo de tiempo. Suerte
puede ser el corte más pop y comercial de todo el disco. Algo me recuerda a
Mecano y esto lo digo como el mayor de los elogios. Para mí Mecano fue el pop
perfecto y hace que caiga en la cuenta de lo buen compositor que es Lukas. No
es solo que todo el álbum haya conseguido crear un concepto y sea una obra tan
redonda y bien hilada. Es que cada tema es un pequeño mundo en sí mismo que
funciona bien por sí solo.
El viaje termina curiosamente en un muro. Un Muro Sonoro.
Es como un Non Plus Ultra. Si escucho la letra me encuentro con casi todas las
imágenes que me ha sugerido el resto del disco de manera casi inconsciente. No
me digáis que esto no es magia. No creo que ni Lukas mismo sea consciente de lo
fascinante de todo esto. Y todo porque está hecho desde el corazón y desde
luego tras años y años de vivir por y para la música, toda esa música no cabe
en un solo esternón.
Esternón es un disco luminoso, muy luminoso, una especie de bandera
al servicio del amor y la bondad. Los sentimientos son muy puros, casi
angelicales. Lukas se expone tanto que casi causa rubor contemplarlo. Incluso en
los temas más angustiosos y dramáticos su oscuridad es brillante y cegadora. Como
ya he escrito aquí antes, lo irreverente de Esternón, su osadía, es la de abrir
tanto el corazón y ser tan amoroso. Eso es muy valiente. Y da miedo.
Felicidades.
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