Era la primera vez que lo intentaba, lo intentaba con GANAS, pero acabó así, prematuro, apenas ochomesino, debatiéndose por respirar un aire viciado que tragaba cada vez con menos ansia.
Marta lo había probado de verdad, más que miel en los labios, esta vez era cierto, pero ni sus peleas ni sus lágrimas consiguieron salvarlas de algo que se veía venir, -"no fue culpa mía, no fue culpa mía, no fue culpa mía..."-, sigue sin creérselo del todo, pero es lo que le dicen los médicos y a lo que se aferra desde entonces para no hundirse en su pecera.
Hubo algún que otro susto, como vueltas de su propio cordón al cuello, pero siempre pudo más el físico que el tísico, el corazón que la razón, -"menudo tópico"- suspira. Aun así los ocho meses fueron fatales, ocho meses de ilusiones y esperanzas depositadas en algo que no fue.
De 20 minutos que pasaron como horas, que quizá fueran días, y se clavaron como años, derivaron consecuencias más allá de las predecibles. Marta huye de embarazos o "embarazosos temas" reales y se enfrasca en fantasmas e imaginarios hijos que no son ni serán como Lucía... -"¿qué fue de Lucía?"-, se creó su propia huida hacia delante. Se separaron de su umbilical unión como el que desanuda una zapatilla, tiraron sin pensarlo y la lazada se deshizo... ahora dos hilos colgando, uno a cada extremo de su inerte cuerpo.
Marta y Lucía también eran gemelas, pero se daban la espalda desde el mismo momento en que fueron concebidas, iguales direcciones sentidos opuestos...
1 comentario:
Desgarro y cordón umbilical son dos conceptos que casan muy bien y estremecen a un tiempo. Tiene un fondo de lectura con sentidos paralelos y es redondito. Transmite angustia y una especie de reproche vital, que rebosan e incomodan. Molan los efectos.
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