19 en el Aleph de Borges

"Una copita del seudo coñac - ordenó - y te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!

Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.

¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Cada cosa era infinitas cosas, porque yo claramente las veía desde todos los puntos del universo"


Artículo 19
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

* Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.



Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos.

Biblia, Libro 19 (Salmos), 19:1

lunes, 17 de noviembre de 2008

Smoke II (Día 7)

Se me ha comido la lengua el gato. Costaba sacar las palabras. Costaba encontrar la veta de ingenio y buen humor.
En la calle la gente se tapaba la parte inferior de la cara con bufandas o con los cuellos levantados de sus abrigos. Escondían sus bocas.
Sigue sin venir, creo que ya no volveré a ver su estela manchada de blanco pasando veloz de un lado a otro del cristal. Hasta la ilusión del sexo me ha abandonado.

Silencio. Reflexiones fuera de lugar. Conclusiones precipitadas.
En la calle un quinceañero fuma encima de su moto con los ojos clavados en la cruz luminosa de la farmacia. Intento imaginar una historia plausible para justificar esa mirada. No puedo, estoy seco. Pienso en salir y colocarme con los brazos extendidos al lado del árbol ya pelado en el lodazal.
Decido no hacerlo, alguien ha grapado mi pantalón al asiento. Condenado a la inmovilidad dejo pasar estas horas elásticas.
Pienso en qué estarás viendo desde tu cristal, a través de tu lente. Bien pensado, ni siquiera sé si el lugar en el que pierdes tus horas dispone de una abertura al exterior. Conozco pocas cosas de ti. Quizás por eso quiera contarte todo lo que a mi se refiere.

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