19 en el Aleph de Borges

"Una copita del seudo coñac - ordenó - y te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!

Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.

¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Cada cosa era infinitas cosas, porque yo claramente las veía desde todos los puntos del universo"


Artículo 19
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

* Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.



Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos.

Biblia, Libro 19 (Salmos), 19:1

viernes, 7 de noviembre de 2008

Smoke II (Día 3)

DÍA 3

Por la mañana ya pasó delante del cristal, fugaz, un borrón que apenas me permitió ver su cara, ¿por qué las caras siempre aparecen veladas en esta estúpida polaroid que es mi memoria?. Era alto y delgado. Tenía el pelo oscuro salpicado de canas y pude ver una palpitante mancha roja en el espacio que mi lógica reserva a la boca.
Esta tarde se ha detenido unos segundos, ha mirado el cartel donde se expone nuestro horario de apertura y ha seguido su camino.
Esta noche aparecerá cuando cierre los ojos y mi mano deje de ser mi mano. Tendrá la boca roja como si estuvieran sangrándole los labios, un rojo vivo, intenso. Una boca de la que sólo pueden salir palabras calientes que recuerden al desierto y a la comida mejicana.
Esta noche me mirará y no podré distinguir su pupila porque sus ojos serán negros, muy negros.
Lo único que me molesta de su aparición es que ya he encontrado una razón para permanecer tras el cristal.

4 comentarios:

yosoyjoss dijo...

el alguien soñado suele ser mejor que el alguien en el que se inspiraron los sueños, pero siempre tendremos la delirante obsesión de atravesar el cristal.

chá dijo...

la obsesión y la locura se dan la mano...hay una delgada linea que las separa...

Y creo que esa linea se llama "pienso en otras cosas o no"

El amor tiene mucho de obsesión de hecho, muchos amores más que amores son obsesiones, ofuscaciones...

Argax dijo...

Por eso soñar es necesario Joss, porque la realidad es decepcionante. Como siempre es cuestión de sacar la balanza y saber vivir plenamente el tiempo que pasamos en el ahora de todos y el que estamos solos en nuestros ahora imaginado. Por mi parte necesito a menudo evadirme mediante la imaginación. Ayer ví la escafandra y la mariposa ejemplo claro de vida sólo a través de la imaginación. Estoy algo sensible con el tema.

Chá, de hecho la obsesión, en los manuales de psicopatología está catalogada como signo de "locura", antiguamente no se sabía si el trastorno obsesivo compulsivo entraba en el campo de las neurosis o de las psicosis (que era lo que se consideraba locura).
Yo tengo una historia de amor que acabó fatal y que tiene mucho que ver con lo que comentas, algún día me la sacudiré de encima y os la ofreceré para que la comamos todos juntos con las manos. Es una historia que empezó con fascinación, continuo con pasión, declinó en secretos y autolesiones emocionales y ha terminado en un bloque de hielo con corazón de aullido.

En fin... Pero que bien se está aquí chicos.

Un beso para ambos.

elfa dijo...

Es un fino cristal lo que separa nuestros sueños de la realidad. Por eso cuando llevamos nuestros sueños al otro lado del cristal, la realidad pasa al lado contrario, y empezamos a soñar una realidad que hemos perdido, para obsesionarnos con un sueño. Siempre tendremos la necesidad de atravesar el cristal, pero siempre quedará algo a cada lado. Y así siempre mantenemos ocupadas las dos pesas de la balanza.