miércoles, 2 de junio de 2010
carsetine
El caso es que nos despertamos así. Sabíamos que teníamos algo que ver el uno con el otro, porque compartíamos alma, y decidimos no separarnos. Sudados, llenos de pelusa, nos arrastrábamos por el terrazo. El terrazo disimula muy bien la mierda y está claro que eso no puede ser bueno. O sí. Es que lo que está claro u oscuro depende del daltonismo y de los bastones.
Bastones... nos hubieran ido muy bien unos bastones. A fin de cuentas, deslizarse es un poco como dejarse llevar sin esfuerzo por la vida, solo que de todas maneras te vas comiendo la mierda. Pero tampoco se le puede pedir más a un alma recién creada, aparecida en un par de conjuntos de hilo elástico tejido con forma de ¿pies?
Llegamos a nuestro primer final del mundo. No creáis que lo sabíamos. En realidad, uno se da cuenta de los finales del mundo demasiado tarde. Y eso es bueno, porque los finales del mundo son raros y cambian muchas cosas. Como este. Se convertía en vertical. Además, el suave deslizar del terrazo pasaba a ser una especie de rugoso conglomerado de yeso escupido cubierto con pintura plástica. Habíamos llegado seguramente al lugar más horripirmosísimo de la casa. Tenía sus noventa grados, dos veces. Lo que debía ser de color más bien uniforme se hallaba salpicado de motas de color grisáceo que alguna vez fueron aterciopeladas, e incluso habían estado vivas. Ahora yacían sobre el gotelé de la manera más molesta.
Lo bueno: un nuevo mundo que descubrir.
Se me antoja que esto va de...
Aburrimiento y material,
ephedro
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2 comentarios:
YES YES YEEEEEEEEEEEEEEES.!!!!! ¿es tuyo? qué lenguaje!!!!!!!! Me gustaaa..................
y
DAME MÁS DAME MÁS!!! (de la película 'Ahí van mi cabo y su rabo' del videoclub de abajo).
Cabrona, te lo callabas...
Es que la creatividad se viene y se va, jajaja.
Me apunto que te gusta, hombre.
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