jueves, 6 de noviembre de 2008
Smoke II (Día 2).
DÍA 2.
Dos señoras mayores con las manos formando visera sobre sus ojos otean desde la calle el interior de la oficina. Una de ellas vocaliza unas palabras que no puedo oír, porque aquí el exterior enmudece, y se dirigen hacia la puerta de entrada que abren decididas. La misma que antes había dicho algo a su acompañante me habla con una voz firme que para nada parece ser la de una anciana.
— ¿Esto no es la farmacia verdad?
— No señora, la tiene usted justo al lado.
— Gracias joven.
— De nada Señora.
Bajo la vista al teclado y sigo escribiendo en tono neutro y profesional el correo electrónico que estaba finalizando justo antes de que la mujer entrara. Oigo la puerta que se cierra con estrépito, alguien ha debido de salir, pienso. Cuando pulso enviar ya he olvidado el rostro de la anciana, cuando desaparece el cuadro de corrección ortográfica y el mail se envía caigo en la cuenta de que jamás he visto la cara de la persona a la que va dirigido.
Me estiro en mi silla ergonómica y extrañamente pienso en Robinson Crusoe.
Dos señoras mayores con las manos formando visera sobre sus ojos otean desde la calle el interior de la oficina. Una de ellas vocaliza unas palabras que no puedo oír, porque aquí el exterior enmudece, y se dirigen hacia la puerta de entrada que abren decididas. La misma que antes había dicho algo a su acompañante me habla con una voz firme que para nada parece ser la de una anciana.
— ¿Esto no es la farmacia verdad?
— No señora, la tiene usted justo al lado.
— Gracias joven.
— De nada Señora.
Bajo la vista al teclado y sigo escribiendo en tono neutro y profesional el correo electrónico que estaba finalizando justo antes de que la mujer entrara. Oigo la puerta que se cierra con estrépito, alguien ha debido de salir, pienso. Cuando pulso enviar ya he olvidado el rostro de la anciana, cuando desaparece el cuadro de corrección ortográfica y el mail se envía caigo en la cuenta de que jamás he visto la cara de la persona a la que va dirigido.
Me estiro en mi silla ergonómica y extrañamente pienso en Robinson Crusoe.
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5 comentarios:
Igual que el rostro de la anciana no encajaba con su voz, el rostro de alguien, más que nunca hoy, tiene poca importancia, lo importante son nuestras voces, nuestras voces y nuestras palabras, son las que nos conectan como hilos telefónicos entre ciudades. ¿Robinson Crusoe?
Por eso, hablemos, escribamos, gritemos.
Robinson Crusoe porque los sentimientos que inspiraron este post que recién nace eran de aislamiento, de soledad, de rabia por encauzar.
Robinson porque a veces soy demasiado naufrago y pongo pocos medios para dejar de estar aislado.
Robinson porque el mar está picado y estoy deseando que el barco se vaya a pique.
te veo en crisis...o con sentimiento de inacción como Suiza en una guerra mundial...pero piensa que hasta desde tu cubículo se pueden crear historias geniales...bueno no sé si me he explicado, tengo fiebre...
Te has explicado amiga. Verás, es largo de explicar, poco a poco iré dejando que veas que yo parto de la crísis y la insatisfacción para crear textos casi siempre algo oscuros y pesimistas. Pero hay que ir más allá, siempre hay que ir más allá y obviar la reiteración de obsesiones y temas, ver como esa repetición no es más que un mantra que lleva al avance, a las piernas que caminan un camino que no se sabe a donde lleva.
Caminar, caminar, caminar... con una buena pala de sepulturero a la espalda para cuando veas un trozo de tierra removido poder investigar que es lo que hay enterrado.
Un beso.
un beso.....
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