19 en el Aleph de Borges

"Una copita del seudo coñac - ordenó - y te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!

Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.

¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Cada cosa era infinitas cosas, porque yo claramente las veía desde todos los puntos del universo"


Artículo 19
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

* Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.



Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos.

Biblia, Libro 19 (Salmos), 19:1

miércoles, 30 de mayo de 2007

Aquí está la segunda y anhelada entrega de MIMO. Ahora que va tomando forma os puedo explicar un poco qué es MIMO. MIMO está escrito como una obra de teatro, pero no tiene vocación de representable. No creo que pudiera ser llevada al teatro. No como yo la ideo. MIMO se trata de dejar que facetas de mi propia personalidad puedan hablar y expresarse como ellas quieran, puedan discutir y puedan criticar qué es lo que les gusta y no les gusta de su existencia. No escribo para nadie más que para mí, así que no sé ni por qué lo explico ni por qué lo publico. También MIMO utiliza símbolos, iconos de gran capacidad evocativa, que los ultimos meses llegaron a obsesionarme, uno de ellos es el ajedrez, como éste es una metafora de la vida que tiene tanta fuerza que me emociona. Este segundo acto es una guía de lo que vendrá a continuación, si consigo hacerlo bien.



ACTO II Donde nuestro inconformista MIMO descubre el siempre sublime placer de jugar una partida al universal juego del ajedrez, tan real como la vida misma, o como la muerte.

El MIMO pasea dubitativo por el parque, hasta que finalmente decide tomar un sendero que le conduce hasta un claro a orillas de un riachuelo. En este claro, una mujer está sentada frente a una mesa con un tablero de ajedrez. Otro asiento, vacante, se halla también frente a ella. La AJEDRECISTA está del lado de las negras.

AJEDRECISTA (invitándole con un gesto a sentarse): Adelante, le estaba esperando. Espero que sepa cómo se mueven las piezas.

MIMO: Pues no. Nadie me enseñó. ¿Y usted es…?

AJEDRECISTA: Soy la profesora de ajedrez.

MIMO: ¿Y qué está haciendo aquí?

AJEDRECISTA: Como ya le he dicho, esperaba a mi alumno. Siéntese.

MIMO (sentándose): Entonces, supongo que podrá explicarme cómo se juega al ajedrez.

AJEDRECISTA: En absoluto, no puedo… Sin embargo, sí podré corregirle en cada error que cometa.

MIMO: ¿Ensayo y error, dice?

AJEDRECISTA: No existe otro método.

MIMO: De acuerdo, veamos…

El MIMO prueba a avanzar una casilla uno de sus peones de blancas hacia adelante, AJEDRECISTA le responde velozmente moviendo uno de sus peones de negras. MIMO trata de hacer un nuevo movimiento, AJEDRECISTA niega con la cabeza, MIMO corrige su error. Tras un par de intentos fallidos y un nuevo movimiento, AJEDRECISTA elimina la primera pieza blanca del tablero.

MIMO: No va usted a darme ni la más mínima tregua, ¿verdad?

AJEDRECISTA: No.

El MIMO mueve una nueva pieza, la AJEDRECISTA le responde eliminando otra pieza blanca más del tablero.

MIMO (claramente molesto): No creo que vaya a aprender de esta forma.

AJEDRECISTA: ¿Se enfada usted, señor?

MIMO: No. Esa pieza que acabo de perder… ni siquiera sabía cómo moverla, pero, al menos, dígame, ¿cuál es el objetivo de este juego?

AJEDRECISTA: No puedo decirle.

MIMO: ¿No da usted pocas explicaciones para ser profesora?

AJEDRECISTA (gesto impaciente con la mano): ¿No habla usted demasiado para ser mimo?

MIMO: Creo que eso es un jaque… (levanta la mano en ademán de tomar una pieza, pero se detiene) ¿Y de qué me servirá mover mis piezas si no sigo un objetivo determinado?

AJEDRECISTA: Tendrá que esperar al final de la partida para saberlo.

MIMO: Y cuando hallamos acabado esta, ¿podremos jugar una nueva partida?

AJEDRECISTA: No. Sólo concedo una partida. Una y nada más.

MIMO: ¿Y se gana usted la vida de esta manera?

AJEDRECISTA: Así es, y créame que me mantiene muy ocupada. Es su turno.

MIMO: ¿Y qué ocurrirá si gano?

AJEDRECISTA: Nadie me ha ganado jamás. Le toca a blancas.

MIMO: Entonces no sé si debo mover otra pieza.

AJEDRECISTA: ¿Se rinde usted, señor?

MIMO: No. Pero si no juego mi turno, la partida se alargará ad infinitum, al menos no podrá decir que me ha ganado usted.

AJEDRECISTA (riendo): ¿Verdaderamente es tan ingenuo? ¿No ha observado el reloj? El tiempo corre, si agota su tiempo, usted habrá perdido.

Un magnífico reloj de salón con péndulo se encuentra entre la AJEDRECISTA y el MIMO. El reloj marca la 1 con una vibrante campanada, como si quisiera poner énfasis en la sentencia de la AJEDRECISTA.

MIMO (nervioso): Sí, pero, sin embargo, habrá sido el tiempo y no usted, al menos.

AJEDRECISTA (impasible): Señor, habré sido yo quien le empuje a perder su valeroso tiempo. Ahora puede mover una pieza, o dejar que sus preciados segundos pasen. Al menos considere cuál de las dos opciones es más divertida.

MIMO (levantándose del asiento): Mire señorita, lo siento, no debí haber comenzado este juego con usted. Creo que hoy es mi día de los renuncios, así que no deseo seguir con esto. Lamento haberle hecho perder el tiempo.

AJEDRECISTA: Si se levanta ahora, la partida habrá acabado y usted habrá perdido.

MIMO (retirándose): Está bien señorita, usted gana.

AJEDRECISTA: ¡No, espere! Le contaré algo sobre una de las piezas…

MIMO (se lo piensa un momento, y vuelve a sentarse): De acuerdo, hable.

AJEDRECISTA: Esta pieza que usted ha perdido, se llama Alfil. ¿Sabe lo que es un alfil?... Bueno, es una pregunta complicada. Su origen más antiguo es el árabe, y significa elefante. Sin embargo, para los ingleses, esta pieza representa a un obispo, y para los franceses, es un bufón, o un loco… “le fou” lo llaman. Alfil era en el pasado un presagio, un agüero, algo que parece un simple accidente pero que si se interpreta adecuadamente, puede guiarnos en el futuro. Cuando se comienza a jugar al ajedrez, es tan importante la intuición como la capacidad de observación. Este obispo, como todo obispo, es un pájaro de mal agüero cuando se mueve por el tablero, pues es el bastón en el que se apoyan las jugadas determinantes, si se acerca demasiado al rey, puede ser el presagio del fin de la partida.

MIMO: Así pues, debo eliminar al alfil cuanto antes.

AJEDRECISTA: No. Debe eliminarlo en el momento adecuado, nada más. Y añado: debe usted ser ese alfil, debe ser “le fou”, un mimo siempre tiene algo de bufón, ¿no?

MIMO: Me temo que no más que el resto de los hombres.

AJEDRECISTA: Estése atento a cada movimiento en el tablero y trate de adivinar qué es lo que presagia, no actúe como un cuerdo, yéndose a lo más grueso, fíjese también en cada pequeño detalle.

MIMO: Aún con este consejo, y aunque fuera un excelente observador, dudo que pueda hacer algo digno en esta partida.

AJEDRECISTA: No se trata de dignidad, sino de crecimiento.

MIMO: Aprender en un juego en el que no tendré la oportunidad de revancha.

AJEDRECISTA (asiente): Lo cierto es que adoro esa sensación de situación irreparable. ¿No cree que hace el juego mucho más intenso y real?

MIMO: Tan real que es absurdo.

MIMO mueve una pieza blanca del tablero de ajedrez cuando el reloj vuelve a dar otra sonora campanada.

AJEDRECISTA: Lo siento señor, pero su tiempo ha acabado. Ha perdido usted la partida. Le hubiera a usted convenido ser más veloz.

MIMO: Y a usted, le hubiera convenido… Da igual, no importa ya.

1 comentario:

Eric Blair dijo...

El ajedrez...el septimo sello sigue en tu mente. Animo Lewis Carrol. Sigue escribiendo asi. No se donde acabaras, pero si donde empezaste.